
Estamos hechos, en un 65%, de agua. Un dato que sirve para hacernos a la idea de la importancia de un bien vital para la población mundial y la biodiversidad. Por ello, y con motivo del Día Mundial del Agua (22 de marzo), Naciones Unidas ha lanzado la campaña #Water2me. El objetivo: dar a conocer el significado del agua en cuanto a su dimensión ambiental, económica, social y cultural, así como encontrar las mejores soluciones para su conservación y protección.
En este sentido, vivimos un momento especialmente complejo. Las consecuencias del cambio climático se han intensificado estos últimos años con el aumento de los episodios de sequía extrema, lluvias torrenciales e inundaciones. Fenómenos recientes como la DANA en Alicante en 2019, el temporal Gloria en Cataluña el año pasado o, más recientemente, el paso de ‘Filomena’, dan buena cuenta de ello. Según la Agencia Europea del Medio Ambiente, España es el país de la Unión Europea (UE) más vulnerable al cambio climático y el que cuenta con mayor estrés hídrico.
A nivel global, el riesgo es extremo. Y la situación es urgente. Según Naciones Unidas, se prevé que el número de personas en zonas de riesgo de inundaciones aumente de los 1.200 millones de la actualidad a alrededor de 1.600 millones de cara a 2050, lo que equivale aproximadamente a un 20% de la población mundial.
El cambio climático está afectando directamente a los recursos hídricos, aumentando la variabilidad del ciclo del agua, dificultando la previsión de su disponibilidad y, sobre todo, exacerbando aún más su escasez. Todo ello, en un escenario de crecimiento poblacional que parece imparable: en 2050 la población mundial alcanzará casi los 10.000 millones de personas, lo que se traducirá en una demanda mundial de agua que aumentará entre un 20% y un 30% frente al nivel actual.
El agua es clave en todos los aspectos de nuestra vida. Un bien básico cuyo acceso, así como el saneamiento, ha sido reconocido como un derecho humano fundamental. Y aunque cada región del mundo tiene su particular forma de entender el agua, todas reconocen su valor y el lugar central que ocupa en nuestro día a día, ya sea para beber, cocinar, ducharnos, lavar los platos o regar, entre otras muchas actividades.
En ese escenario, hay que recalcar otros datos preocupantes: cerca de 700 millones de personas sufren escasez de agua, según un estudio del Fondo Mundial de la Naturaleza. España, por su parte, tiene una huella hídrica per cápita de 6.700 litros al día, una de las más altas del mundo por encima de Francia (4.900), Alemania (3.900), Italia (6.300) o China (2.900) pero por debajo de los Estados Unidos (7.800) o Bolivia (9.500).
El agua es esencial en la agricultura y en la industria, pero también en las ciudades. Según Naciones Unidas, un 75% del total de la población mundial vivirá en áreas urbanas en 2050. Es por ello que, en la Agenda 2030 y sus Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), el agua juega un papel protagonista. En ese sentido, el desafío que marca la ONU es claro: “Conseguir que las ciudades sean inclusivas, seguras, resilientes y sostenibles”. De hecho, el agua cuenta con un ODS específico, el número 6: “Agua limpia y saneamiento para todos”.
En ese sentido, es de vital importancia trabajar en una adecuada integración de sistemas de abastecimiento de agua potable, saneamiento y alcantarillado. Además, la economía circular y el uso de recursos hídricos alternativos, como la reutilización de aguas pluviales para el riego de zonas verdes o la limpieza de las calles, se han vuelto fundamentales en el desarrollo de futuras soluciones para las grandes urbes del planeta.
Fuente: SUEZ
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