En los archipiélagos volcánicos la mayoría de los recursos hídricos provienen de las aguas subterráneas y, en ello, Canarias no es diferente. Al tratarse de islas, las limitaciones geográficas a la hora de buscar agua son evidentes. Por eso, conocer la cantidad y calidad del agua que se almacena en el subsuelo es necesaria para garantizar el abastecimiento de la población e impulsar su desarrollo económico.

 

La geología de estas islas es muy heterogénea, los materiales volcánicos presentan geometrías complejas y rápidos cambios laterales de litologías, además de permeabilidades muy variadas. Esto hace que la falta de datos del subsuelo en las zonas alejadas de la costa dificulte enormemente la cuantificación del recurso hídrico subterráneo.

Sin embargo, las Canarias tienen la singularidad de que desde el siglo XVI, y gracias al importante relieve en casi todas sus islas, sus habitantes han excavado galerías que perforan el interior de los volcanes en una búsqueda necesaria por alcanzar este preciado tesoro que se almacena en los materiales volcánicos.

Actualmente existen más de 1.500 galerías horizontales en el archipiélago que no solo han permitido a los canarios extraer el agua subterránea, sino también a los geólogos acceder al interior de los mismos y que los hidrogeólogos accedan a sus acuíferos para obtener información que, de otro modo, sería prácticamente inaccesible.

 

Acuíferos y manantiales

En Canarias las precipitaciones son intensas e irregulares. El agua que alimenta los acuíferos depende en gran medida de los vientos alisios y del conocido como mar de nubes. En concreto, en La Palma la infiltración de la lluvia y de la niebla permite que el agua circule a través de los materiales volcánicos hasta aflorar en algunos casos en forma de nacientes o manantiales como los de Marcos y Cordero, que son los más caudalosos del archipiélago.

El recurso hídrico, por tanto, es abundante en la isla, pero ¿Cuáles son las características que presentan estas aguas? En general se puede decir que la calidad química de las aguas subterráneas de La Palma es buena, aunque su Plan Hidrológico Insular apunta hacia 3 focos de contaminación.

Los dos primeros, la contaminación por intrusión marina y la contaminación por nitratos agrícolas no son ajenos a cualquier otro tipo de acuífero no volcánico, como el delta del Ebro o el Mar Menor en la península.

El tercero, por otro lado, se deriva de la propia localización geológica de la isla. Se trata de la contaminación volcánica, un mal que aqueja precisamente a los acuíferos en volcanes activos. Este tema ha sido objeto en los últimos días de numerosas noticias y lamentablemente de algunos rumores y noticias falsas.

 

Las aguas subterráneas de La Palma

La influencia volcánica en los acuíferos ocurre cuando los gases que acompañan al ascenso del magma desde las capas profundas de la Tierra hasta la superficie entran en contacto con las aguas subterráneas almacenadas en las rocas que conforman los volcanes. En estas aguas se disuelve buena parte de esta mezcla de gases, principalmente el dióxido de carbono y otros compuestos formados por azufre y cloro.

Con la asimilación del dióxido de carbono y del azufre se producen ácidos que disminuyen de forma considerable el pH de estas aguas, lo que implica que, se vuelven más ácidas y no aptas para el consumo humano o el riego. Además, pueden incorporar otros elementos químicos que, aunque aparecen en concentraciones muy pequeñas, hacen que el agua no sea potable.

En La Palma, la zona afectada por la contaminación por emanación de gases volcánicos, se extiende por todo el vértice sur de la isla, es decir, por la zona en la que han ocurrido erupciones durante el periodo histórico, y afecta casi a un tercio de sus aguas subterráneas. Esta influencia es conocida desde hace décadas y por eso el agua destinada a abastecer a la población se extrae de los acuíferos localizados más al norte de la isla.

Cualquier cambio cualitativo o cuantitativo en la composición química de las aguas subterráneas puede ser detectado en los muestreos y análisis químicos e isotópicos periódicos que realizan los organismos encargados de la vigilancia volcánica. Se utiliza como uno de los múltiples indicadores que anuncian la proximidad de una erupción. Se podría decir que los volcanes nos hablan a través del agua.

 

 

Fuente: Universidad Rey Juan Carlos